Esta vida loca
Alem estaba asustada, el avión estaba apunto de salir y ya no había vuelta atrás, había decidido cambiar su vida por completo. Hace unos meses Alem no se sentía a gusto con lo que estaba haciendo, no quería tener una vida corriente en la que tienes que terminar unos estudios para poder estar en un trabajo estable, poderse comprar una casa, crear una familia, ser felices y comer perdices. Ella aspiraba a conocerse en profundidad para descubrir que era lo que quería realmente en la vida, estaba cansada de las rutinas, de lo mismo de siempre, de que se diera mucha más importancia a lo estético que a lo personal, que nos matáramos por tener el mejor trabajo para luego no tener apenas vida, que no se apreciaran las pequeñas cosas, que todo fuera por moda y que los sentimientos no importaran, estaba cansada de sufrir ansiedad y nervios por un simple examen, no podía más con las etiquetas, las clases sociales y las injusticias. Por eso un 14 de Noviembre cogió todo lo necesario para emprender la que sería la aventura de su vida.
Su primera parada fue Mozambique, no sabia muy bien porque, pero siempre le había llamado la atención, y en unas horas estaba allí en tierras Africanas sin saber que le depararía este país. Al bajarse del avión sintió una temperatura agradable y un olor extraño, estaba llena de miedos pero también de ilusiones, cogió su maleta y se fue hacía el destartalado autobús para llegar al centro de Maputo. Se sentó al lado de una chica pelirroja que como ella llevaba una gran mochila, para su impresión ella también hablaba castellano pero con un acento un tanto peculiar que no tenía muy claro de donde provenía, empezaron a hablar y Alem descubrió que tenían muchas cosas en común y que de una manera u otra estaban buscando lo mismo, por lo que empezaron a conocerse y decidieron empezar la aventura juntas.
Alem y Rose estuvieron todo el mes juntas alojándose donde podían, trabajando por un plato de comida y un techo bajo el que dormir, conociendo Mozambique, a su gente y conociéndose la una a la otra y por supuesto así mismas.
Estuvieron trabajando en la construcción de un nuevo colegio y ayudando en lo que podía en el hospital, para Alem esto último le resultaba más fácil, ya que había estudiado dos años de enfermería y la dejo atrás por esta experiencia, esto le ayudó en muchas ocasiones cuando atendía a algunos enfermos en el hospital donde conoció a gente que le aportó mucho, como Alika una madre de cinco hijos con 32 años, que luchaba todos los días para sacar a sus hijos adelante, siempre llevaba una sonrisa a pesar de las dificultades que estaba pasando.
Después de unos meses en Maputo junto a Rose, Alem tomó la decisión de cambiar de rumbo decidió irse hacía Paraguay, al contrario que Rose que decidió quedarse en Maputo unos meses más.
Alem llego a Asunción donde había contactado con una mujer que le daría trabajo recogiendo soja, y un techo bajo el que dormir. Alem pasó unos meses en una pequeña aldea en la que vivían agricultores y ganaderos en su mayoría, y dónde había muchos jóvenes de diferentes partes del mundo en su misma situación. Allí conoció a Hugo un argentino trotamundos que siempre iba acompañado de su perra Siria, los dos hicieron muy buenas migas y decidieron irse a Tailandia. Allí montaron un refugio de elefantes, donde ayudaban a elefantes enfermos, o que hubieran sido maltratados para espectáculos.
Pasaron 10 años y Alem seguía en Tailandia junto a Hugo y sus 2 hijas. Nunca perdió el contacto con su amiga Rose la cual se quedo a vivir en Maputo donde adoptó a tres niños.
Alem se había encontrado así misma, a su compañero de vida, y su lugar y estilo de vida perfecto para ella rodeada de naturaleza, sin prisas, sin estrés y sintiéndose libre, siempre LIBRE.
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