Mía
2 de octubre, otro día más que quedará marcado el resto de mi vida. Mi tercera sobrina y sigue la misma ilusión, las mismas ganas de verla, cogerla y comérmela a besos.
Recuerdo el día que mi hermana y su pareja me lo contaron, mi corazón se ponía a mil, mi piel se erizaba y de mis ojos empezaban a caer lágrimas sin control, era a la primera a la que se lo contaban y yo en ese momento me sentí rebosante de alegría, fue una sensación única e inefable.
Poco a poco la barriguita de mi hermana fue creciendo y nosotras inmortalizamos en foto cada uno de esos nueve meses, ya desde antes que naciera la notaba en cada una de esas patadas, que no eran pocas, pero al fin llego el momento de su nacimiento y yo estaba en Salamanca cuando me lo dijeron y no me lo creía, hasta que me mandaron una foto de Mía y me hice un mar de lágrimas, al día siguiente bien temprano fui a Cáceres a conocer a la que desde ese momento sería otro de los amores de mi vida. Cuando llegue al hospital estuve un rato en la sala de espera de maternidad, en la que se respira amor y nervios. Me moría por verla. Al fin pude entrar para ver a mi hermanita y mi nueva sobrina. Uno de los mejores momentos de mi vida. Me fundí con mi hermana en un abrazo y me asome a la pequeña cuna para conocer al nuevo miembro de la familia. Mía estaba dormida, se le veía tan a gusto, sus ojos aún estaban hinchados, sus labios eran carnosos y perfectamente definidos, su nariz tan respingona como la de su padre y tanto pelo como el de su madre aun que el suyo era moreno. La cogí en brazos y fui la chica más feliz del mundo. El día pasó volando y en un abrir y cerrar de ojos estaba de vuelta a Salamanca pero con una gran sensación de felicidad. Gracias hermana por el mayor regalo que me has hecho.
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